La
rutina diaria de este joven odontólogo, consistía
en acudir muy por la mañana, a su
consultorio, a tratar las dolencias de
sus pacientes. Ya concluida la jornada
de medio tiempo, el jovial galeno, se dedicaba por las tardes a practicar
el voleibol con su idolatrada esposa.
Cierto
día, por un llamado de urgencia, el Dr. fue
a otra localidad para hacer una consulta
externa, se trasladó al sitio indicado conduciendo su vehículo, pero por azares del destino, camino
de retorno a su hogar sufrió un aparatoso volcamiento, muriendo en
el acto. La noticia del accidente, se difundió de inmediato a través de la única emisora de la localidad. “Ondas del Zamora”,
ahí el locutor de esta radio, informaba de la trágica muerte de este profesional.
Doña
Fabiola al conocer la infausta noticia ,
se trasladó de inmediato al lugar de los
hechos para confirmar lo escuchado por
la radio, ahí en verdad, encontró el
cuerpo exánime del hombre que tanto la había amado y respetado.
Después
de este trágico suceso, el tiempo transcurrió lentamente y la joven viuda para poder olvidar los recuerdos de aquel amor
que la acongojaba, empezó a practicar diferentes actividades, sobre todo le fascinó
el automovilismo, entonces con el dinero
y propiedades heredadas, logró comprar un automóvil y aprendió a conducir muy bien.
Fue
así que en vísperas de la fiesta de independencia de dicha localidad, la
asociación de automovilismo denominado “Escudería Loxa”, organizó una
competencia automovilística denominada “La vuelta a la ciudad”. Para el efecto,
se habían inscrito varios competidores todos hombres, pero cuando llegó Doña Fabita a
inscribirse hubo cierta resistencia. Los organizadores, de tal evento, no aceptaron su inscripción, por lo que hubo un
rechazo general por parte de la ciudadanía, especialmente las mujeres protestaron por esta vil
discriminación, logrando finalmente sea aceptada en la competencia.
De
esta manera fue la única mujer participante en esta lid, esto causó asombro,
porque por primera vez, se vería a una mujer piloto conducir un vehículo de
carreras. Eran esos tiempos anticuados donde el machismo imperaba y las críticas
negativas en contra de las féminas
afloraban haciendo daño moral, así como también
hubieron personas con pensamientos positivos, que apoyaron esta iniciativa. En
cierta ocasión una líder de una agrupación femenina, enojada vociferó: “Vaya hombres
necios… si también, nosotras las mujeres podemos agarrar bien la
palanca, y otras cosas más”.
Efectivamente
el día de la carrera amaneció esplendoroso, con un sol radiante, incitando a muchas personas a agruparse en los
costados de las dos principales avenidas aledañas a los ríos que circundan la
otrora ciudad “Cajita de fósforos”.
Los
bólidos empezaron a calentar sus motores en la línea de partida, ahí en la Avenida principal, era un ruido ensordecedor
que se prolongó por varios minutos, de repente, de un potente megáfono instalado en lo alto de
un poste, se escuchó la voz de un hombre
que impartía las reglas de la
competencia y fue quien dio la señal de
salida agitando la banderola en alto.
El
sonido de los potentes motores se escuchaba en toda la ciudad, los
vehículos iban y venían,
y aún no se sabía quién mantenía la delantera,
así en el primer giro iba William
Campoverde tomando la punta, en la otra, despuntaba Marco Tello y en tercer
lugar, Doña Fabita, y detrás de ella le seguían varios competidores rezagados, pero
a partir de la tercera vuelta tomó la
delantera “ la viudita” , y no se dejaba rebasar, la multitud de curiosos agrupados
a los costados de las vías, la
vitoreaban en cada giro que daba.
-¡Ahí
viene el coche de carreras de color
blanco de Doña Fabita, viene encendiendo los faros y en estos instantes, pasa a
gran velocidad, cerca de nuestra cabina de transmisión…!- Decía emocionado y a
grandes voces el locutor de la emisora “Ondas del Z…..”.
Al
final de la competencia, la ganadora absoluta fue Doña Fabita y posteriormente, participó en otras competencias y las ganó sin dificultad, después optó voluntariamente retirarse de
las carreras. Este deporte lo había practicado
como terapia, para aplacar su dolor moral causado por la pérdida de su amado
esposo.
Luego
de estos sucesos, la “campeona” disfrutó de un tiempo de calma y sosiego para
su atormentada alma, hasta que
nuevamente se interesó por un hombre que la cortejaba a diario. Este nuevo
pretendiente era un caballero petulante,
que había hecho una pequeña fortuna estafando y engañando a sus ingenuos clientes,
cuando fungía de defensor de oficio en las diferentes Cortes de Justicia. Ostentaba
el título de abogado de la
República, sin embargo carecía de amigos, era el típico hombre
amargado, lleno de complejos de de
inferioridad y traumas adquiridos de su
niñez paupérrima, además de ello su comportamiento negativo le afloraba por
todos los poros de su piel, era jactancioso, egoísta, difamador, estafador de la peor ralea, pre juicioso, cínico,
criticón e irrespetuoso con las mujeres.
Ocultó
y disimuló muy bien todos estos sentimientos indignos, a aquella
buena mujer por la que, se había encaprichado en conquistar y que finalmente después
de un
corto noviazgo contrajo matrimonio.
Transcurrió
el tiempo, ya en la vida conyugal de la pareja, Sebastián Armijos dejó aflorar
sus protervos sentimientos, y empezó a dar malos tratos, a insultar, ofender e incluso a golpear a esa delicada dama, a quien embaucó fingiéndole gran amor.
Este
infame hombre, también se desempeñaba como asesor de una institución bancaria
de la ciudad, todos sus compañeros de labores eludían su presencia, pues conocían
la mordacidad de sus palabras y la crítica
negativa que hacía de todo el mundo, actitud que engendraba un rechazo notorio, de quienes lo rodeaban.
En
varias oportunidades este Abogado fue
trasladado a otra sede bancaria, a una sucursal de provincia, pero al final, después
de algún tiempo de permanencia en este sitio, retornaba a la matriz principal, a fastidiar, criticar y burlarse
de los defectos de la gente.
Doña
Fabiola se sintió frustrada, cuando evidenció
que su esposo no era aquella persona buena y generosa que conoció, por el contrario descubrió su verdadera personalidad y desde
ese momento se le amargó la vida y vivió solitaria.
Varias
veces trató de persuadirlo, intentando que cambie su comportamiento: - “Chabaquito, no critiques ni difames a la gente y no seas cruel con tus compañeros; ellos tienen
sus defectos, como todos nosotros; además tampoco tú eres perfecto, ni eres mejor que
ellos”- solía decirle a modo de consejo.
- ¡Cállate
vieja bruja….tú no sabes nada, eres una cretina igual a todos los que me
rodean, estoy harto de esta gentuza, son unos tontos e ineptos!-
Gritaba irritado y añadía con aires de
grandeza: -“Yo soy el Doctor Armijos y valgo mucho, no debería vivir rodeado de
gente mediocre” -terminaba diciendo.
-“Bueno,
allá tú con tus ínfulas de grandeza, solo te pido que no
me sigas amargando la vida, ni hagas
conjeturas maliciosas de mis amistades, pues tus comentarios denigrantes han llegado,
a sus oídos y muchos me han dado la espalda por tus habladurías” -replicó la
esposa-, saliendo del cuarto y dejando a solas, a aquel insolente y arrogante individuo.
El
tiempo transcurría paulatinamente, hasta que sucedió lo que tenía que ocurrir, fue por
consenso general que los empleados de la institución bancaria y en su mayoría, solicitaron al Gerente, que
el abogado Armijos sea removido de su cargo, de una vez por todas, por que resultaba ser
una persona poco grata, por su desmedida actitud negativa. Los empleados se
quejaban de las ofensivas palabras dirigidas solapadamente en su contra , de
igual manera las señoritas y señoras empleadas hicieron llegar sus reclamos,
por las injurias y falta de respeto a su dignidad, y la manera , de cómo se expresaba de todas las mujeres con el calificativo de “prostitutas” de la calle , que les agradaba el sexo y el dinero fácil, ni las ancianas se
salvaban de sus injurias por que todas
eran unas viejas zorras que habían fornicado hasta saciarse. Con sus compañeros de trabajo, el trato era casi
igual solía decir que, todos eran:
indios hediondos, maricas, arribistas, incapaces, adulones y oportunistas, capaces de vender su dignidad en unas cuantas
monedas, por conseguir algún puesto mejor remunerado o algún beneficio
particular.
El
Gerente acatando el pedido mayoritario de los empleados, separó de la Institución al Asesor
Bancario, dictando nuevamente la orden de traslado, por un tiempo prudencial a otra sucursal de provincia, con el propósito
de que cambie su comportamiento.
Habiendo
transcurrido el tiempo y cumplido
formalmente la sanción impuesta, nuevamente
el abogado “amargado” retornó a la Institución, lleno de más odio y rencor.
En
cierta ocasión, se efectuó una reunión de todos los compañeros empleados, para
festejar el cumpleaños de Carlos Aguirre, antiguo supervisor, de larga
trayectoria en la
Institución. Se le ofrecieron congratulaciones, abrazos, discursos y la
tradicional torta de cumpleaños, finalmente algunas copas de licor. Al cabo de un par de horas, de estar todos reunidos, poco a poco se
fueron retirando los presentes, quedando el homenajeado y unos cuantos que les
agradaba el licor, incluido el señor abogado, que en esta ocasión había permanecido
silencioso, observando con atención, los acontecimientos, pero esbozando en su
boca una mueca de disgusto y desprecio . Se habían
traído más botellas de licor y se continuó platicando. De repente alguien, solicitó que cantara y entonara la guitarra, el compañero Byron Humberto, para amenizar ésta reunión y
justamente ahora mismo, no había una
guitarra a disposición. Por ello alguien del grupo el más osado, tuvo el
atrevimiento de hacer conocer al grupo, que el abogado disponía de una guitarra
“española”, por lo que todos en unísono
le solicitaron comedidamente al compañero
asesor les facilite esa “joya española”.
El
fulano aludido haciéndose el desentendido, se apartó varios pasos atrás del grupo y esbozando en su rostro un gesto de desprecio, respondió tajante: -¡Que se han creído “longos” desgraciados, yo no les voy a facilitar mi guitarra, me costó mucho, ` ustedes no son
dignos, ni de mirarla siquiera! Concluyó el individuo.
En este preciso instante, el ambiente de este
lugar se tornó tenso y deprimente, automáticamente todos se pusieron de pie y abandonaron el salón y se retiraron a sus respectivos hogares.
Por
su parte, el tonto egoísta y ególatra, se quedó a solas en el amplio salón, cavilando por unos instantes y se sonreía para sus adentros, luego como que nada le
importaba, levantó los hombros y abandonó después ese lugar.
Cuenta
la gente que en cierta ocasión, una anciana ciega intentaba cruzar por una calle donde había bastante tráfico, el presumido abogado no se tomó la molestia de ir en su ayuda, la miró indiferente y se encogió de hombros, luego mascullo: ¡allá
ella, es su problema!- después de unos instantes, paso un
irresponsable chofer a gran velocidad y arrolló a la infortunada mujer, su cuerpo
destrozado quedó en el suelo. Jamás
manifestó piedad por alguien o
exteriorizó sentimientos nobles, siempre estaba deseando el mal de la gente o
preconizando fatalidades. Ese odio y desprecio que guardaba en su alma, eran el
fruto del maltrato físico y psicológico que sufrió en su niñez a manos de su padre alcohólico y el desprecio
hacia las mujeres, era consecuencia de
haber soportado a una madre sumisa y oprimida
que nunca censuró al “castigador” y que,
solamente le aconsejaba con lágrimas en los
ojos, que sea obediente y temeroso Dios.
También
en ésta Institución Bancaria, laboraba Bonifacio
Jumbo, un sencillo trabajador, joven
lleno de vida, que a pesar de haber contraído poliomielitis en su infancia y
tener baldadas sus extremidades inferiores, se movilizaba con gran agilidad por
las oficinas, desempeñando su función de mensajero, lo hacía ayudado por unas livianas muletas de aluminio,
este empleado era de trato afable, comunicativo, amigo de
todo el mundo, a mas de ello muy inteligente
y bonachón, lo contrario del
abogado.
Sus
compañeros le pusieron el mote de “pilas”, porque era listo para
hacer las cosas, con buena voluntad
y siempre con la risa en los labios.
Estaba casado con Teresa Gómez, una atractiva mujer, de bonito cuerpo, que en múltiples
ocasiones, venía a la institución bancaria a visitarlo, para llevarle
alguna golosina, y a veces, solía esperarlo hasta la salida del trabajo,
para caminar juntos tomados de la mano, de retorno al hogar.
En
contadas oportunidades, cuando la agraciada señora, esperaba en los pasillos
a su esposo, fue abordada por el
amargado abogado, quien le hizo propuestas indecentes. Con desfachatez e ironía , solía decirle: - Teresa vamos a un “motel” sin que se entere el “pilas”, yo te daré
dinero el que desees, conmigo vas
sentirse orgullosa, de ser mi amante, pues soy abogado y no soy ordinario , ni
vulgar como aquel “medio hombre” de tu
marido.
- ¡Abandónalo
a ese inválido inútil, que no te sirve
para nada, “yo” te haría sentir mujer de verdad!- Estas insinuaciones perversas las manifestaba
con desvergüenza y humillación en contra su esposo baldado.
La
pobre y sencilla mujer, lo miraba al fulano con profundo rencor, de sus enormes ojos negros, rodaban lágrimas
de ira e impotencia, tan solo se limitó a decirle:
-
Escúcheme bien señor abogado, yo jamás abandonaría a mi esposo, para entregarme a los brazos de un ser malvado y envilecido, que cree que
todas las mujeres son objetos que se pueden comprar con dinero - ¡Apártese de mi insolente!
El
acoso sexual en contra de esta dama, continuó por varias ocasiones, aquel
Don Juan de quinta categoría, persistir en su propósito, y solía decir para
sus adentros:-- “ A todas las mujeres les “gusta”, esta se hace la “despreciativa”,
ya mismo cae en mis manos, así son todas igualitas! -
Fue un fin de semana, cuando los burócratas,
descansan en sus respectivos hogares,
después de haber concluido con la semana laboral. Fue entre las diez de la mañana del sábado, en que sonó el timbre
de la puerta de la residencia del
Abogado Armijos , éste extrañado por la inesperada llamada, abrió la puerta
personalmente, y al pie del umbral de la puerta se presentó, Bonifacio, aquel
empleado minusválido, que trabajaba en
la misma institución bancaria, cortésmente saludo, pero no recibió contestación
alguna, solo observó el rostro frío y malévolo de aquel que se había constituido en su rival.- -¿Que deseas “medio”
hombre? - Le inquirió el abogado. - ¿Acaso
vienes a pedir me alguna limosna? - Porque hoy, no doy nada, mañana sí- Añadió grosero el fulano-.
Bonifacio
sintió que la sangre le subía a la cara,
se llenó de ira, pero dominó sus impulsos, y solo abrió su boca para expresar
con firmeza el asunto para el que había ido.
-Señor
abogado, vengo a aclarar un asunto, que me tiene intrigado.-
-¡Habla
de una vez “zarrapastroso” que no tengo tiempo para estar escuchando tus
impertinencias!- Respondió su interlocutor.
-
¡Sabe señor, le solicito de favor, que no sigan acosando a mi esposa, no le haga
proposiciones deshonestas. Usted es una persona adinerada, y puede fácilmente
encontrar mujerzuelas que se venden por
dinero, ella es mi esposa y es lo único bueno que tengo en la vida y la quiero
mucho, déjela en paz!- Concluyo el minusválido.
Como
si hubiera sido ofendido en su dignidad el abusador abogadillo, repostó
enojado:
-
¡Que te has creído majadero inválido, púdrete de una vez infeliz, “basura genética”, tu no
me puedes prohibir nada!-
Calló
un instante y prosiguió amenazante: - ¡Mañana mismo hablo con el Gerente y hago
que te pongan de patitas para la calle, ahora vete y déjame en paz ¡ grito altanero.
Casi
lanzándole la puerta en las narices, dejó fuera al joven empleado, luego se
introdujo en su dormitorio, iracundo, lanzando epítetos y blasfemias en contra
del pobre minusválido.
Los
hechos, a veces suceden al azar, en
muchas ocasiones el mal que hacemos a nuestros semejantes, se revierten en uno mismo,
y con creces.
El
petulante de Don Sebastián de repente, empezó
a sentirse mal de salud, ese vigor y
energía que brotaban de su cuerpo sano y
que la utilizaba para vociferar maledicencias, menguó notablemente, de un tiempo acá, empezó a tartamudear cuando hablaba y
las piernas se le debilitaban cada día
que pasaba, su columna se desvió hacia
adelante y empezó a caminar encorvado. Su estado de salud era lamentable, se hallaba asustado y preocupado, por ello fue en busca
de ayuda médica, se hizo examinar con varios
médicos, pero como no acertaron en el diagnóstico, viajó a otras
ciudades y consultó a varios especialistas y tampoco lograron diagnosticarle su mal, ni sanarlo en lo mas mínimo, su dolencia continuaba
y lo consumía lentamente.
Desesperado
por su estado de salud, le solía pedir a su esposa que lo ayude a
encontrar la solución a su mal. Ella estaba impresionada de ver a aquel, otrora hombre altanero y soberbio, convertido en un guiñapo humano, sentía
lástima e impotencia para ayudarlo. Pero recordó algo que alguien le comentó
hace un tiempo atrás, “que si los
médicos no curaban alguna extraña
dolencia, los brujos o curanderos lo harían”. , Entonces se dirigió
donde estaba recostado su esposo y le
dijo: -¿Por qué no vamos donde un brujo para que te trate, nada perdemos, a lo mejor te sana?-
Aceptando
de mala gana , fueron juntos, marido y mujer , como nunca lo habían
hecho , tomaron un taxi, que los condujo
a las afueras de la ciudad, Ahí en una humilde casucha encontraron al brujo
Quiñones, éste los hizo pasar al
interior de la habitación, pero se notaba en el rostro del curandero un recelo y
temor por la imprevista visita ,
con voz grave les dijo: “ siéntense por
favor , en qué puedo ayudarlos”
-Aquí
le traigo una muestra de orina de mi esposo dijo doña Fabita.
-No
hace falta- dijo el curandero y prosiguió hablando: - Su esposo está bien mal, su sola presencia
me produce un extraño escalofrió, veo
que tiene siempre a su lado una “sombra negra” que no se aparta de él, ella es la
causante de su mal- Dijo el hombre y añadió: - ¡Yo no puedo hacer nada para sanarlo, el único remedio a su mal es
arrepentirse de todo el daño que a causado a muchas personas y orar con mucha fe a Dios, para que lo
perdone y sea él, su salvador - . ¡Ahora
váyanse por favor, no quiero que el mal de éste hombre, se quede por aquí!- Concluyo asustado el curandero.
Y
así continuaron pasando las semanas, luego los meses y en esas condiciones deplorables,
Don Sebastián, asistía a sus labores en la institución bancaria, con el cuerpo encorvado,
tembloroso y arrastrando los pies, casi caminando
en su propio terreno. Se tardaba varias horas en
caminar, desde su hogar hasta su lugar
de trabajo, llegaba totalmente empapado
en sudor y no había persona alguna que lo ayudara, pues conocían de su soberbia,
y más aún éste hombre jamás
solicitó ayuda de nadie. Toda su pequeña
fortuna, la había gastado en consultas con médicos especialistas y en tratamientos costosos, se
había quedado sin dinero, por ello no
renunciaba a su trabajo.
Ocurrió
un día, en los pasillos de la institución, que se encontraron
frente a frente los rivales: Bonifacio y Sebastián, sus ojos se buscaron mutuamente y ambos se lanzaron una mirada de
odio y rencor.
El
primero en pronunciar palabras fue, Bonifacio, ahora ya no le temía al señor
abogado. Como alegrándose de la situación del fulano le dijo: -¡Así te quise
encontrar malvado hombre, justo en mis mismas condiciones!- Tragó saliva y
prosiguió: - Siento satisfacción por ello, yo soy lisiado de nacimiento, pero
tú en cambio estas así, mucho peor, por
que te has castigado a ti mismo, por tu
forma de ser, cruel, indolente, difamador, orgulloso, altivo e irrespetuoso de
la dignidad humana, todas estos sentimientos bajos han
causado un efecto negativo en ti, dejándote casi inutilizado, siempre
repartiendo odio y más odio entre la gente.
Solamente le pido a Dios que te perdone por tu forma de ser y que esta
enfermedad que te aquejado te sirva para que reflexiones y cambies de actitud
con tus semejantes -.concluyó Bonifacio.
Girando
lentamente en sus muletas, el joven
Bonifacio dio media vuelta y se alejó lentamente de aquel lugar, ahí en ese sitio quedó como sembrado en el piso, el
arrogante Sebastián, estaba agitado, con su rostro crispado de odio , solo susurro con voz entrecortada una grosería
de siempre –¡Imbécil, basura! ¡que te
crees, que vales mucho!- Luego prosiguió
caminando lentamente, encorvado y arrastrando los pies, dando menudísimo pasos,
casi por ratos trastabillaba, y parecía que se iba al suelo, y así poco a poco logró
traspasar el amplio pasillo y
alcanzar la puerta principal con destino a su hogar.
Mucho tiempo tuvo que soportar, Sebastián
vivir en esa deplorable condición, pues su mal se fue agravando, hasta
afectarle el cerebro, causándole una incoordinación total de su cuerpo y mente,
ya no hablaba, solo balbuceaba
incoherencias. Fue una noche del mes de Junio,
en el que se celebra “el día de las
brujas”, en que inevitablemente falleció, aquejado de dolorosos espasmos musculares del cuerpo y extremidades,
que lo hacían emitir gritos angustiosos de dolor, quedando finalmente doblado su
deplorable ser, casi convertido en una pelota
humana.
Su
esposa Doña Fabiola, no sufrió por esta infortunada pérdida, como ocurrió en su
primer matrimonio, más bien consideró
que se había quitado un enorme peso de encima. De inmediato ordenó que se realicen
las exequias fúnebres para su entierro. Pues
hasta en la muerte dio dificultad el difunto, ya que hubo que cortarle las extremidades y
seccionarle parte de la columna para que quepa dentro del ataúd., estaba contraído
el cuerpo, brazos y piernas debido a los
fuertes espasmos. Ya dentro del féretro y con la tapa abierta, yacía vencido
por la muerte; ahí estaba, en la sala de velaciones, ante los cientos de ojos de personas que en
silencio lo observaban por última vez,
sin antes sentir temor y lastima.
Ya en el cementerio sus restos fueron
depositados en una bóveda independiente, apartado de otros difuntos. A las doce de la
noche de ese mismo día, en que
sepultaron aquel difunto, el guardián
del panteón contaba a las personas que fueron de visita, al siguiente día a depositar
ofrendas, que de aquella tumba solitaria había escuchado ruidos extraños y
una horrible carcajada que se desvaneció en la noche. Después de este suceso
doña Fabita vendió lo poco que heredó y
desapareció de estas tierras; alguien que la conoció afirmó que la había visto
en otra ciudad, vestida de negro, muy avejentada y que a
diario iba a la iglesia a rogar por el alma de su perverso esposo, que en
las noches durante el sueño, no cesaba de
atormentarla.
“El verdadero mal para el hombre no es el que
sufre así mismo, sino el que hace al
prójimo”
“El
diablo nunca paga bien a sus siervos”
Sibilino
Fabricio
Ochoa Toledo
22
de Diciembre del 2004
FIN

