martes, 30 de septiembre de 2014

EL MAL LLEVA AL MAL

  Fabiola era una agraciada joven que enviudó prematuramente, anteriormente estuvo casada con un honorable caballero de buena familia, de  profesión  odontólogo, las personas  que lo conocían, lo trataban cariñosamente con el diminutivo de “Dr. Romeritos”.
La rutina diaria de este  joven odontólogo, consistía en acudir muy por  la mañana, a su consultorio,  a tratar las dolencias de sus pacientes.  Ya concluida la jornada de medio tiempo, el jovial galeno, se dedicaba por las tardes  a practicar  el voleibol con   su idolatrada esposa.
Cierto día, por un llamado de urgencia, el Dr. fue  a otra localidad  para hacer  una consulta  externa, se trasladó al sitio  indicado conduciendo  su vehículo, pero por azares del destino, camino de retorno  a su hogar  sufrió un aparatoso volcamiento, muriendo en el acto. La noticia del accidente, se difundió de inmediato  a través de la única  emisora de la localidad. “Ondas del Zamora”, ahí  el locutor de esta  radio, informaba de  la  trágica  muerte de este  profesional.
Doña Fabiola al conocer la  infausta noticia , se trasladó de inmediato  al lugar de los hechos  para confirmar lo escuchado por la radio, ahí  en verdad, encontró el cuerpo exánime  del hombre que tanto la  había amado y respetado.
Después de este trágico suceso, el tiempo transcurrió lentamente y la joven viuda  para poder olvidar los recuerdos de aquel amor que la acongojaba, empezó a practicar diferentes actividades, sobre todo le fascinó  el automovilismo, entonces con el dinero y propiedades heredadas, logró comprar un automóvil  y aprendió a conducir muy bien.
Fue así que en vísperas de la fiesta de independencia de dicha localidad, la asociación de automovilismo denominado “Escudería Loxa”, organizó una competencia automovilística denominada “La vuelta a la ciudad”. Para el efecto, se habían inscrito varios competidores  todos hombres, pero cuando llegó Doña Fabita a inscribirse hubo cierta resistencia. Los organizadores, de tal evento,  no aceptaron su inscripción, por lo que hubo un rechazo general   por parte de la ciudadanía, especialmente  las mujeres protestaron por esta vil discriminación, logrando  finalmente  sea  aceptada en la competencia.
De esta manera fue la única mujer participante en esta lid, esto causó asombro, porque por primera vez, se vería a una mujer piloto conducir un vehículo de carreras. Eran esos tiempos anticuados donde el machismo imperaba y las críticas negativas en contra de  las féminas afloraban  haciendo daño moral, así como también hubieron personas con pensamientos positivos, que apoyaron esta iniciativa. En cierta ocasión una líder de una  agrupación femenina, enojada vociferó: “Vaya  hombres  necios… si también, nosotras las mujeres podemos agarrar bien la palanca,  y otras cosas más”.
Efectivamente el día de la carrera amaneció esplendoroso, con un sol radiante,  incitando a muchas personas a agruparse en los costados de las dos principales avenidas aledañas a los ríos  que circundan   la otrora ciudad “Cajita de fósforos”.
Los bólidos empezaron a calentar sus motores en la línea de partida, ahí  en la Avenida principal, era un ruido ensordecedor que se prolongó por varios minutos, de repente, de  un potente megáfono instalado en lo alto de un poste, se escuchó la voz de  un hombre que impartía las reglas de   la competencia  y fue quien dio la señal de salida agitando la banderola en alto.
El sonido  de los potentes motores  se escuchaba en toda la ciudad, los vehículos   iban  y   venían, y aún no se sabía quién mantenía la  delantera,  así en el primer giro iba William Campoverde tomando la punta, en la otra, despuntaba Marco Tello y en tercer lugar, Doña Fabita, y detrás de ella le seguían varios competidores rezagados, pero a partir de la tercera vuelta  tomó la delantera “ la viudita” , y no se dejaba rebasar, la multitud de curiosos agrupados a  los costados de las vías, la vitoreaban en cada giro que daba.
-¡Ahí viene  el coche de carreras de color blanco de Doña Fabita, viene encendiendo los faros y en estos instantes, pasa a gran velocidad, cerca de nuestra cabina de transmisión…!- Decía emocionado y a grandes voces el locutor de la emisora “Ondas del Z…..”.
Al final de la competencia, la ganadora absoluta fue Doña  Fabita y posteriormente, participó en  otras competencias  y las ganó sin dificultad,   después optó voluntariamente retirarse de las carreras.  Este deporte lo había practicado  como  terapia,  para aplacar  su dolor moral causado por la pérdida de su amado esposo.
Luego de estos sucesos, la “campeona” disfrutó de un tiempo de calma y sosiego para su  atormentada alma, hasta que nuevamente  se  interesó por un  hombre que la cortejaba a diario. Este nuevo pretendiente era un  caballero petulante, que había hecho una pequeña fortuna  estafando y engañando a sus ingenuos clientes, cuando fungía de defensor de oficio en las diferentes Cortes de Justicia. Ostentaba el título de abogado de la República, sin embargo carecía de amigos, era el típico hombre amargado, lleno de complejos de  de inferioridad y traumas adquiridos  de su niñez paupérrima, además de ello su comportamiento negativo le afloraba por todos los poros de su piel, era  jactancioso, egoísta, difamador,   estafador  de la peor ralea, pre juicioso, cínico, criticón e irrespetuoso con las mujeres.
Ocultó y disimuló  muy  bien todos estos sentimientos indignos, a aquella buena mujer por la que, se había encaprichado en conquistar y que finalmente después  de un  corto noviazgo contrajo matrimonio.
Transcurrió el tiempo, ya en la vida conyugal de la pareja, Sebastián Armijos dejó aflorar sus protervos sentimientos, y empezó a dar malos tratos, a insultar, ofender  e incluso a golpear a esa delicada  dama,  a quien embaucó fingiéndole gran amor.
Este infame hombre, también se desempeñaba como asesor de una institución bancaria de la ciudad, todos sus compañeros de labores eludían su presencia, pues conocían  la mordacidad de sus palabras y la crítica negativa que hacía de todo el mundo, actitud  que engendraba un rechazo  notorio, de quienes lo rodeaban.
En varias oportunidades  este Abogado   fue trasladado  a otra sede  bancaria, a una  sucursal de provincia, pero al final, después de algún tiempo de permanencia en este sitio, retornaba a la matriz  principal, a fastidiar, criticar y burlarse de los defectos de la gente.
Doña Fabiola  se sintió frustrada, cuando evidenció que su esposo no era aquella persona buena y generosa  que conoció, por el   contrario descubrió su  verdadera personalidad   y desde ese momento se le amargó la vida y vivió solitaria.
Varias veces trató de persuadirlo, intentando que cambie su comportamiento:       - “Chabaquito,  no critiques ni difames a la  gente y  no seas cruel con tus compañeros; ellos tienen sus defectos, como todos nosotros; además  tampoco tú eres perfecto, ni eres mejor que ellos”-  solía decirle a modo de consejo.
- ¡Cállate vieja bruja….tú no sabes nada, eres una cretina igual a todos los que me rodean, estoy harto de esta gentuza, son unos tontos   e ineptos!- Gritaba irritado y añadía  con aires de grandeza: -“Yo soy el Doctor Armijos y valgo mucho, no debería vivir rodeado de gente mediocre” -terminaba diciendo.
-“Bueno,  allá tú con  tus ínfulas de grandeza, solo te pido que no me sigas amargando  la vida, ni hagas conjeturas maliciosas de mis amistades, pues tus comentarios denigrantes   han llegado, a sus oídos y muchos me han dado la espalda por tus habladurías” -replicó la esposa-, saliendo del cuarto y dejando a solas, a aquel  insolente y arrogante individuo.
El tiempo transcurría paulatinamente, hasta que sucedió lo que tenía que ocurrir,  fue  por consenso general que los empleados de la institución bancaria  y en su mayoría, solicitaron al Gerente, que el abogado Armijos sea removido de su cargo,  de una vez por todas, por que resultaba ser una persona poco grata, por su desmedida actitud negativa. Los empleados se quejaban de las ofensivas palabras   dirigidas solapadamente en su contra , de igual manera las señoritas y señoras empleadas hicieron llegar sus reclamos, por las injurias y falta de respeto a su  dignidad, y  la manera , de cómo se expresaba de  todas las mujeres con el calificativo de  “prostitutas” de la calle , que les agradaba  el sexo y el dinero fácil, ni las ancianas se salvaban de sus injurias  por que todas eran unas viejas zorras que habían fornicado hasta saciarse. Con  sus compañeros de trabajo, el trato era casi igual solía decir que,  todos eran: indios hediondos, maricas, arribistas, incapaces, adulones y  oportunistas,  capaces de vender su dignidad en unas cuantas monedas, por conseguir algún puesto mejor remunerado o algún beneficio particular.
El Gerente acatando el pedido mayoritario de los empleados, separó de la Institución al Asesor Bancario, dictando nuevamente la orden de traslado, por un tiempo prudencial  a otra sucursal de provincia, con el propósito de que cambie su comportamiento.
Habiendo  transcurrido el tiempo y cumplido formalmente la sanción impuesta, nuevamente  el abogado “amargado” retornó   a la Institución, lleno de más odio y rencor.
En cierta ocasión, se efectuó una reunión de todos los compañeros empleados, para festejar el cumpleaños de Carlos Aguirre, antiguo supervisor, de larga trayectoria en la Institución. Se le ofrecieron  congratulaciones, abrazos, discursos y la tradicional torta de cumpleaños, finalmente algunas  copas de licor. Al cabo de un par de  horas, de estar todos reunidos, poco a poco se fueron retirando los presentes, quedando el homenajeado y unos cuantos que les agradaba el licor, incluido el señor abogado, que en esta ocasión había permanecido silencioso, observando con atención, los acontecimientos, pero esbozando en su boca una mueca de disgusto y desprecio .  Se  habían traído más botellas de licor y  se continuó  platicando. De repente alguien, solicitó  que cantara y entonara la guitarra,  el compañero  Byron Humberto, para amenizar ésta reunión y justamente ahora mismo, no  había una guitarra a disposición. Por ello alguien del grupo el más osado, tuvo el atrevimiento de hacer conocer al grupo, que el abogado disponía de una guitarra  “española”, por lo que todos en unísono le solicitaron comedidamente al  compañero asesor les facilite esa “joya española”.
El fulano aludido haciéndose el desentendido, se apartó varios pasos  atrás del grupo y esbozando  en su rostro un gesto de desprecio,    respondió tajante:  -¡Que se han creído  “longos” desgraciados,  yo no les voy a facilitar   mi guitarra, me costó mucho, ` ustedes no son dignos, ni de mirarla siquiera! Concluyó el  individuo.
 En este preciso instante, el ambiente de este lugar se tornó tenso y deprimente,   automáticamente  todos se pusieron de pie y abandonaron  el salón  y se retiraron  a sus  respectivos hogares.

Por su parte, el tonto egoísta y ególatra, se quedó a solas  en el amplio salón,  cavilando por unos instantes  y se sonreía  para sus adentros, luego como que nada le importaba,  levantó  los hombros y abandonó después ese lugar.
Cuenta la gente que en cierta ocasión,   una anciana ciega  intentaba cruzar por una calle  donde  había bastante tráfico, el presumido abogado  no se tomó la molestia de ir en  su ayuda, la miró indiferente   y se encogió de hombros, luego mascullo: ¡allá ella, es su problema!-   después de unos instantes, paso un irresponsable chofer a gran velocidad y arrolló a la infortunada mujer, su cuerpo destrozado quedó en el suelo.  Jamás manifestó  piedad por alguien o exteriorizó sentimientos nobles, siempre estaba deseando el mal de la gente o preconizando fatalidades. Ese odio y desprecio que guardaba en su alma, eran el fruto del maltrato físico y psicológico que sufrió  en su niñez  a manos de su padre alcohólico y el desprecio hacia las mujeres, era  consecuencia de haber soportado a una madre sumisa y  oprimida que  nunca censuró al “castigador” y que, solamente le aconsejaba  con lágrimas en los ojos, que sea obediente y temeroso  Dios.
También en ésta  Institución Bancaria, laboraba Bonifacio Jumbo,  un sencillo trabajador, joven lleno de vida, que a pesar de haber contraído poliomielitis en su infancia y tener baldadas sus extremidades inferiores, se movilizaba con gran agilidad por las oficinas, desempeñando su función de mensajero,  lo hacía  ayudado por unas livianas muletas de aluminio, este  empleado  era de trato afable, comunicativo, amigo de todo el mundo, a mas de ello muy inteligente  y bonachón,  lo contrario del abogado.
Sus compañeros le pusieron el mote de “pilas”, porque era listo  para  hacer las cosas, con buena voluntad  y  siempre con la risa en los labios. Estaba casado con Teresa Gómez, una atractiva mujer, de bonito cuerpo, que en múltiples ocasiones, venía a la institución bancaria a visitarlo,  para  llevarle alguna golosina,  y  a veces,  solía esperarlo hasta la salida del trabajo, para caminar juntos tomados de la mano,  de retorno al hogar.
En contadas  oportunidades,  cuando  la agraciada señora, esperaba en los pasillos a su esposo, fue abordada  por el amargado abogado, quien le hizo propuestas indecentes. Con desfachatez  e ironía , solía decirle:  - Teresa  vamos a un “motel”  sin que se entere el “pilas”, yo te daré dinero el que desees, conmigo  vas sentirse orgullosa, de ser mi amante, pues soy abogado y no soy ordinario , ni vulgar como  aquel “medio hombre” de tu marido.
- ¡Abandónalo a ese inválido inútil, que  no te sirve para nada, “yo” te haría sentir mujer de verdad!-  Estas insinuaciones perversas las manifestaba con  desvergüenza  y humillación  en contra su esposo baldado.
La pobre y sencilla mujer, lo miraba al fulano con profundo rencor,  de sus enormes ojos negros, rodaban lágrimas de ira e impotencia, tan solo se limitó a decirle:
- Escúcheme bien señor abogado, yo jamás abandonaría  a mi esposo, para entregarme a los brazos de  un ser malvado y envilecido, que cree que todas las mujeres son objetos que se pueden comprar con dinero -  ¡Apártese de mi insolente!
El acoso sexual  en contra de esta  dama, continuó por varias ocasiones, aquel Don Juan de quinta  categoría,  persistir en su propósito, y solía decir para sus adentros:-- “ A todas las mujeres les “gusta”, esta se hace la “despreciativa”, ya mismo cae en mis manos, así son   todas igualitas! -
 Fue un  fin de semana, cuando los burócratas, descansan en  sus respectivos hogares, después de haber concluido con la semana laboral. Fue  entre las diez  de la mañana del sábado, en que sonó el timbre de la puerta  de la residencia del Abogado Armijos , éste extrañado por la inesperada llamada, abrió la puerta personalmente, y al pie del   umbral de la puerta se presentó, Bonifacio, aquel  empleado minusválido, que trabajaba en la misma institución bancaria, cortésmente saludo, pero no recibió contestación alguna, solo observó el rostro frío y malévolo de aquel que se había  constituido en su rival.- -¿Que deseas “medio” hombre? -  Le inquirió el abogado. - ¿Acaso vienes a pedir me alguna limosna? - Porque hoy, no doy nada,  mañana sí-  Añadió grosero el fulano-.
Bonifacio  sintió que la sangre le subía a la cara, se llenó de ira, pero dominó sus impulsos, y solo abrió su boca para expresar con firmeza el asunto para el que había ido.
-Señor abogado, vengo a aclarar un asunto, que me tiene intrigado.-
-¡Habla de una vez “zarrapastroso” que no tengo tiempo para estar escuchando tus impertinencias!- Respondió su interlocutor.
- ¡Sabe señor, le solicito de favor, que no sigan acosando a mi esposa, no le haga proposiciones deshonestas.  Usted  es una persona adinerada, y puede fácilmente encontrar mujerzuelas  que se venden por dinero, ella es mi esposa y es lo único bueno que tengo en la vida y la quiero mucho, déjela en paz!-  Concluyo el minusválido.
Como si hubiera sido ofendido en su dignidad el abusador abogadillo, repostó enojado:
- ¡Que te has creído majadero inválido, púdrete  de una vez infeliz, “basura genética”, tu no me puedes prohibir nada!-
Calló un instante y prosiguió amenazante: - ¡Mañana mismo hablo con el Gerente y hago que te pongan de patitas para la calle, ahora vete y déjame en paz ¡  grito altanero.
Casi lanzándole la puerta en las narices, dejó fuera al joven empleado, luego se introdujo en su dormitorio, iracundo, lanzando epítetos y blasfemias en contra del pobre minusválido.
Los hechos, a veces suceden al azar,  en muchas ocasiones el mal que hacemos a nuestros semejantes, se revierten en uno mismo, y con  creces.
El petulante de Don Sebastián  de repente, empezó a sentirse mal de salud,  ese  vigor  y energía que brotaban de su cuerpo sano  y que la utilizaba para vociferar maledicencias,  menguó notablemente, de un tiempo  acá, empezó a tartamudear cuando hablaba y las piernas se le debilitaban  cada día que pasaba, su columna se  desvió hacia adelante  y empezó a caminar  encorvado.  Su estado de salud era lamentable, se hallaba   asustado y preocupado, por ello fue en busca de ayuda médica,   se hizo examinar con  varios  médicos, pero como no acertaron en el diagnóstico, viajó a otras ciudades y consultó a varios  especialistas y  tampoco  lograron  diagnosticarle su mal, ni  sanarlo en lo mas mínimo, su dolencia continuaba y  lo consumía  lentamente.
Desesperado por su estado de salud,  le  solía pedir a su esposa que lo ayude a encontrar la solución a su mal. Ella estaba  impresionada   de ver  a aquel, otrora hombre altanero  y soberbio, convertido en un guiñapo humano, sentía lástima e impotencia para ayudarlo. Pero recordó algo que alguien le comentó hace un  tiempo atrás, “que si los médicos no curaban alguna extraña  dolencia, los brujos o curanderos lo harían”. , Entonces se dirigió donde estaba recostado su esposo  y le dijo: -¿Por qué no vamos donde un brujo para que te trate,  nada perdemos, a lo mejor te sana?-
Aceptando de  mala  gana , fueron  juntos, marido y mujer , como nunca lo habían hecho , tomaron un taxi, que  los condujo a las afueras de la ciudad, Ahí en una humilde casucha encontraron al brujo Quiñones, éste  los hizo pasar al interior de la habitación, pero se notaba en el rostro del curandero un  recelo y  temor  por la imprevista visita , con voz grave  les dijo: “ siéntense por favor , en qué puedo ayudarlos”
-Aquí le traigo una muestra de orina de mi esposo dijo doña Fabita.
-No hace falta- dijo el curandero y prosiguió hablando:  - Su esposo está bien mal, su sola presencia me produce un extraño escalofrió,  veo que tiene siempre a su lado una “sombra negra” que no se aparta de él, ella   es la causante de su mal- Dijo el hombre y añadió:  - ¡Yo no puedo hacer nada  para sanarlo, el único remedio a su mal es arrepentirse de todo el daño que a causado a muchas personas  y orar con mucha fe a Dios, para que lo perdone y sea  él, su salvador - . ¡Ahora váyanse por favor, no quiero que el mal de éste hombre, se quede por aquí!-  Concluyo asustado el curandero.
Y así continuaron pasando las semanas, luego los meses y en esas condiciones deplorables, Don Sebastián, asistía a sus labores en la institución bancaria, con el cuerpo encorvado, tembloroso  y arrastrando los pies, casi caminando en su propio terreno. Se tardaba varias    horas en caminar, desde su hogar  hasta su lugar de trabajo, llegaba  totalmente empapado en sudor y no había persona alguna que lo ayudara, pues conocían de su soberbia, y más aún  éste  hombre  jamás  solicitó ayuda de nadie. Toda su pequeña fortuna, la había gastado en consultas con médicos  especialistas y en tratamientos costosos, se había quedado sin  dinero, por ello no renunciaba a su trabajo.
Ocurrió un día,  en los  pasillos de la institución, que se encontraron frente a frente  los rivales:  Bonifacio y Sebastián, sus ojos se buscaron  mutuamente y ambos se lanzaron una mirada de odio y rencor.
El primero en pronunciar palabras fue, Bonifacio, ahora ya no le temía al señor abogado. Como alegrándose de la situación del fulano le dijo: -¡Así te quise encontrar malvado hombre, justo en mis mismas condiciones!- Tragó saliva y prosiguió: - Siento satisfacción por ello, yo soy lisiado de nacimiento, pero tú en cambio estas así,  mucho peor, por que  te has castigado a ti mismo, por tu forma de ser, cruel, indolente, difamador, orgulloso, altivo e irrespetuoso de la dignidad humana, todas estos sentimientos bajos   han causado un efecto negativo en ti, dejándote casi inutilizado, siempre repartiendo odio y más odio entre la gente.  Solamente le pido a Dios que te perdone por tu forma de ser y que esta enfermedad que te aquejado te sirva para que reflexiones y cambies de actitud con tus semejantes -.concluyó Bonifacio.
Girando lentamente en sus muletas,  el joven Bonifacio dio media vuelta  y se  alejó lentamente de aquel lugar, ahí  en ese sitio quedó como sembrado en el piso, el arrogante Sebastián, estaba agitado, con su rostro crispado de odio  , solo susurro con voz entrecortada una grosería  de siempre –¡Imbécil, basura! ¡que te crees, que vales mucho!-  Luego prosiguió caminando lentamente, encorvado y arrastrando los pies, dando menudísimo pasos, casi por ratos trastabillaba, y parecía que se iba al suelo, y así poco a poco logró traspasar el  amplio pasillo  y  alcanzar la puerta principal con destino a su hogar.
 Mucho tiempo tuvo que soportar, Sebastián vivir en esa deplorable condición, pues su mal se fue agravando, hasta afectarle el cerebro, causándole una incoordinación total de su cuerpo y mente, ya no hablaba,  solo balbuceaba incoherencias.  Fue una noche del mes de Junio,  en el que se celebra “el día de las brujas”, en que inevitablemente falleció, aquejado de  dolorosos espasmos musculares  del cuerpo y   extremidades, que lo hacían  emitir  gritos angustiosos de dolor, quedando  finalmente doblado   su deplorable ser,  casi convertido en una pelota humana.
Su esposa Doña Fabiola, no sufrió por esta infortunada pérdida, como ocurrió en su primer  matrimonio, más bien consideró que se había quitado un enorme peso de encima. De inmediato ordenó que se realicen las exequias fúnebres para su entierro. Pues  hasta en la muerte dio dificultad el difunto, ya que  hubo que cortarle las extremidades y seccionarle parte de la columna para que quepa dentro del ataúd., estaba contraído el cuerpo, brazos y piernas  debido a los fuertes espasmos. Ya dentro del féretro y con la tapa abierta, yacía vencido por la muerte; ahí estaba, en la sala de velaciones,  ante los cientos de ojos de personas que en silencio lo  observaban por última vez, sin antes sentir  temor y lastima.
 Ya en el cementerio sus restos fueron depositados en una bóveda independiente,  apartado de otros difuntos. A las doce de la noche de ese mismo día,  en que sepultaron aquel difunto, el  guardián del panteón contaba a las personas que fueron  de visita, al siguiente día a depositar ofrendas, que de  aquella tumba  solitaria había escuchado ruidos extraños y una horrible carcajada que se desvaneció en la noche. Después de este suceso doña Fabita vendió lo poco que heredó  y desapareció de estas tierras; alguien que la conoció afirmó que la había visto en otra ciudad, vestida de negro, muy avejentada  y que  a diario iba a la iglesia a rogar por el alma de su perverso esposo,  que  en las noches durante el sueño, no cesaba de  atormentarla.
 “El verdadero mal para el hombre no es el que sufre así mismo, sino  el que hace al prójimo”
“El diablo nunca paga bien  a sus siervos”

Sibilino 
Fabricio Ochoa Toledo
                                                                                22 de Diciembre del 2004
FIN

lunes, 29 de septiembre de 2014

SHIRO EL HOMBRE–SIMIO DE LOS BOSQUES




Una antigua leyenda de nuestro folklore popular, cuenta de la existencia de una criatura de gran tamaño, con apariencia de simio,  conocido  como Shiro o squash,  que habita en los densos bosques  de  toda América. Algunos  cazadores  lo han visto  por casualidad y cuentan que es   difícil  sorprenderlo por la rapidez  como  se oculta. Pero por azares del destino, toda una comunidad, lo vio  por primera vez y  para   sorpresa  de todos,  se quedaron  estupefactos, ante su presencia. Este relato describe detalladamente los hechos que  ocurrieron, desde su hallazgo fortuito hasta  la captura  del  escurridizo  shiro u hombre-simio  de los bosques.
Esto sucedió por el año 1945, allá en la lejana ciudad de Loja, geográficamente encerrada entre los nudos de Cajanuma y Guagrahuma y la cordillera  oriental y occidental de los Andes, desde aquí, de la parte alta de estos macizos montañosos,  nacen dos cristalinos   ríos : el  Zamora y el Malacatos, que durante la   estación  veraniega  se presentan  apacibles.  Al contrario, en la estación invernal estos mansos  ríos, se transformaban en  caudalosos torrentes que  arrasaban con todo aquello que encuentra a su paso: gran cantidad de lodo, enormes piedras, árboles y animales.
Con la llegada del  mes de Julio, el inclemente invierno, en ésta zona  Austral, se torna riguroso, las fuertes precipitaciones, acompañadas de truenos y relámpagos provocan en la gente bastante temor y muchos empiezan  a orar  y a celebrarle misas al milagroso  “San Isidro Labrador” para que de favor  “quite el agua y ponga el sol “, otros  devotos recurren  a la quema de “ramo bendito”, para que el humo  apacigüe las fuertes tormentas. Sin embargo San Pedro, el portador de las llaves del cielo, no atina escuchar tantas plegarias de sus fieles.
Fue un día sábado, temprano en la mañana, en que se desencadenó un torrencial aguacero, como no había ocurrido en muchos años, que  se prolongó  día y noche  y  se extendió  hasta el amanecer del día domingo, parecía un verdadero diluvio.  Las estrechas calles adoquinadas de la urbe,  rebosaban de agua  y  ésta se escurría  al interior   de las viviendas  y  patios aledaños. De todos los tejados caían a manera de “hilos  plateados”, gruesos chorros de agua, que al chocar contra el suelo  provocaban un incesante y fastidioso  borboteo, únicamente con el advenimiento del nuevo día, amainó  la   tormenta.
  Fueron los bulliciosos chilalos y el canto destemplado de los gallos los que anunciaron un nuevo amanecer, eran las seis de la mañana. La lluvia había cesado por completo, pero en el ambiente flotaba una tenue  neblina que dificultaba la visibilidad y la temperatura se mantenía  baja. Solamente pocas personas se habían levantado temprano a realizar sus  quehaceres diarios, una de aquellas era el maestro sastre Agustín Vásquez apodado el “pajarito”, quien  estaba  en  pie, listo  para  poner en orden  su taller de sastrería y  emprender una nueva jornada de trabajo. Después  de haber  limpiado y ordenado el local, se dirigió muy apresurado   a la tienda de la esquina, donde la viuda de Cabrera a comprar varios panes de “suelo” y una  onza de café molido, con el deseo, de que su esposa Doña Mélida del Rosario le prepare, un rico café  “asustado”.
Mientras esperaba que la vendedora le despache su pedido, escuchó  murmurar  a un grupo de vecinos, situados  en la esquina adyacente, que comentaban de   algo inusual, esto    llamó  su atención. Como “pajarito tenía la fama “de saber y conocerlo todo”, se acercó a fisgonear. Disimuladamente se infiltró  entre ese grupo de parroquianos y escuchó atento lo que  contaba aquel hombre obeso de arrugado entrecejo: -¡les explico!  ¡Señores  hace  escasos  minutos, a  causa del torrencial  aguacero, que cayó  durante todo el día y la noche de ayer, el río Malacatos  formó  un gran aluvión, arrastrando desde la cima de la Cordillera gran cantidad de lodo, árboles y algo sorprendente, un extraño animal con apariencia humana, el denominado Shiro!”. Hizo una breve pausa y continuó narrando: ¡“Según los comentarios que escuché, este raro espécimen que fue  arrastrado por la creciente, en  la  madrugada, se halla tirado en la playa exánime, con  el cuerpo y el rostro  cubierto totalmente de fango, y lo más extraordinario de  éste ser, son sus enormes pies, que los tiene  de revés, es decir  el talón del pie esta para adelante y los dedos hacia atrás, de esa manera camina, lo mismo sucede con sus descomunales manos, que las tiene  de  reverso, todo aquello es inconcebible!  -concluyó diciendo el fulano y  luego añadió a manera de exhortación:
¡Vayan a verlo señores! ¡Dicen que ahí está semienterrado, sobre el fango, a la orilla del río!
El maestro Agustín se  quedó  pasmado por el insólito suceso que acababa de oír, estaba deseoso por conocer a aquel hombre-simio de los bosques. Inmediatamente recibió el pedido  de la tendera  y  se encaminó de prisa a su casa. Después de saborear su pocillo de café, se alistó para salir. Anhelante extrajo del interior de su antiguo ropero: el grueso abrigo de paño, su sombrero hongo, y  su infaltable bastón con empuñadura de plata, así elegantemente vestido, al igual que un “gentleman”, se dispuso a salir  a confirmar  lo dicho por aquel honorable ciudadano. Su esposa Doña Mélida  al verlo bien trajeado, a punto de marcharse,  le increpa contrariada - ¡No vayas Agustín!   ¡No seas curioso, no hagas caso de los chismes!
-¡No te entrometas en mis asuntos mujer¡ - responde el hombre, y sin escuchar más  comentarios, salió caminando con mucha prisa;  dando grandes trancos  alcanzó la calzada y casi volando como el viento,  fue  acortando metro a metro la enorme distancia que lo separaba del  sitio mencionado.
La noticia de que un Shiro había sido arrastrado por la creciente del río, en la madrugada, ya la conocía la mayoría de la ciudadanía, este suceso  se había divulgado como “pan caliente”.
Parecía un día de fiesta en la otrora  ciudad  “cajita de fósforos”, había grupos de personas que  iban  y otras volvían del lugar de los hechos. Los que lograron conocer  a la bestia descomunal, regresaban comentando y sonriendo, en cambio otros volvían serios y taciturnos, pero  no desaprovechaban la oportunidad  para exhortar a otras personas que  también iban a fisgonear.
-¡Vayan a verlo que ahí está!  ¡Es horrible está tirado exánime a la orilla del río!-  y luego  añadían explícitos:-  ¡Los expertos en la materia dicen, que no posee sexo, por ello  no se sabe  si es macho o hembra!-  Un  ciudadano  de aspecto honorable   también les comenta a las personas curiosas presentes que: -¡Los militares lo van a capturar y lo encerraran en  una jaula especial!
La gente que se conducía a la novedad, escuchaba  atónita los comentarios inverosímiles vertidos por aquellos,  que lo habían visto de cerca,  pensaban que eran  exagerados, sin embargo esto incitaba  más su curiosidad, por conocerlo. 
También “pajarito” Vásquez escuchaba fascinado los diferentes  comentarios  que expresaban las personas que se encontró a su paso. Casi agotado y sudando copiosamente, arribó al sitio indicado, lo primero que  se le ocurrió fue escudriñar toda la ribera  del rio y  su alrededor, finalmente  constató que a pocos metros del lugar  se encontraban un grupo de individuos  de pie, rodeando al extraño ser, que estaba  derribado e inmóvil en el fango.  Algunos curiosos lo observaban fijamente, y recorrían con la mirada todo ese enorme cuerpo y no salían de su  asombro, solamente movían la cabeza como signo de desaprobación. Otros con el  rostro y ceño fruncido, se limitaban  a observar las  extremidades de la bestia  y luego se sonreían a solas. El maestro  Vásquez se fue acercando al pie del extraño ser, con la intención de verlo   con sus propios ojos al escurridizo hombre-simio.  Lamentablemente  su primera impresión fue desagradable, sintió que la sangre se le subía al rostro y no pudiendo dominar su  ira, dejó escapar esta imprecación:
- ¡Carajo! ¡Mier...!  ¡Para observar esto, he tenido que caminar tanto!  Y prosiguió  diciendo: - ¡Yo me marcho de aquí!
El cuartel militar “Cabo Minacho” de esa jurisdicción, está localizado  fuera del perímetro urbano, muy cerca del lugar  de los acontecimientos. Por este motivo algún vecino de estos alrededores, preocupado porque no se altere  la paz y tranquilidad  ciudadana, se había dado el trabajo de informar personalmente, al Comandante de ésta Brigada, de la  presencia del  mentado Shiro, que estaba derribado de largo en largo en la rivera del río Malacatos.
Conocida la información pertinente, el Comandante de ésta Unidad, impartió la orden estricta que se lo capture antes que recupere el sentido y fugué del lugar.
Un piquete de soldados bien armados llegó  al sitio indicado y  de inmediato, aprehendieron al  “abominable hombre de los bosques”  y se lo llevaron al cuartel militar.
Algunos curiosos que estuvieron presentes cuando se realizó la captura, informaban  a aquellas personas que aún acudían a este lugar, que los militares se lo habían llevado encadenado de sus extremidades,  para encerrarlo en una “jaula especial”.
 Este  chisme se propagó nuevamente, ahora  la gente copaba la entrada al cuartel militar. Anhelantes solicitaban permiso en la “prevención” para poder ingresar. Unos conscriptos que hacían vigilancia en ese sitio, con sus rostros sonrientes, permitían el paso  de esa multitud de gente  y les  indicaban  el lugar en donde se encontraba enjaulada la bestia. Aquellas personas curiosas, se encaminaron ansiosas al sitio señalado y a través de una  estrecha ventanilla, dirigían su mirada hacia el interior de la oscura celda, llevándose la sorpresa más grande de su vida.
El “pajarito” Vásquez, después de haber saciado su apremiante curiosidad, retornó a su hogar, totalmente frustrado y avergonzado. En tanto su esposa Doña Mélida, lo estaba esperando ansiosa, deseaba conocer  algo de lo ocurrido,  de sopetón le pregunta:
¿Es verdad  lo que comenta la gente, que el tal Shiro es horrible?  -¡Respóndeme por favor, deseo que me cuentes todo  lo sucedido,  con pelos y señales! 
Su esposo le responde: ¡Ten paciencia mujer, ya te voy a contar toda esta historia¡ A continuación le detalló con todos los pormenores lo que había observado y le recomendó discreción y que no lo comente  con nadie,   añadiendo: - ¡Cuando  los “operarios” lleguen a laborar,  quiero narrarles lo sucedido,  aspiro  que me crean y vayan a conocer al Shiro!  Concluyó riendo irónicamente.
A las ocho de la mañana el taller de sastrería de Agustín Vásquez, abría sus puertas para recibir a sus clientes y  operarios, estaba impecable, su piso entablado bien barrido y en el ambiente  persistía  un olor  rancio a  tela chamuscada, como consecuencia de los constantes usos de la plancha de carbón, alisando los finos trajes de casimir de los clientes.
El primero  en llegar al taller, fue José Ochoa, el  más joven del grupo,  apodado el “coco”, muy sagaz para interpretar las cosas y  un  obstinado  incrédulo difícil de embaucar, luego llegó Don Baltasar  Jaramillo,  Luis “Patojo” Cartuche,  Hilario “indio” Cutuche y otro más. El maestro sastre los reunió a todos y les platicó  lo que había  escuchado en la madrugada y  todos coincidieron en decir que habían oído en la calle el mismo comentario y estaban intrigados de la mucha gente que acudían a la novedad.
  Corroborando con lo dicho  el maestro  dijo: - ¡Yo también fui a verlo, es verdad! - Y  los  exhortó: - ¡Vayan muchachos a conocerlo  al Shiro, es un ser horrible, lo tienen encadenado porque es peligroso!  ¡Dicen que van a traer unos científicos para que lo estudien, se  especula que es el “Eslabón Perdido”, que durante mucho tiempo han buscado  los antropólogos!, concluyó mintiendo el hábil artesano, haciendo alarde de sus  conocimientos en Zoología, aprendidos en la escuela de los Hermanos Cristianos.  Motivados por las palabras convincentes del maestro jefe y  obtenido su consentimiento, los operarios dejaron de lado sus faenas y marcharon presurosos a conocer al extraordinario espécimen.
Cuando arribaron al recinto militar, observaron boquiabiertos la cantidad de personas de diferente  edad que entraban y salían de sus amplios predios, como si fuera un recinto ferial.  También ellos, compenetraron  al lugar  y  fueron  siguiendo a otras personas que iban por el mismo motivo y por el mismo camino.
José,  el incrédulo del grupo, junto con sus compañeros de jornada, se  acercaron  al sitio mencionado y a través de una ventanilla, abierta en la pared de la celda, observaron pasmados lo que había en su interior.
De pronto se escucha una imprecación, seguida de palabras  soeces:
¡Qué es esto! ¡Carajo mier...!  ¡Es broma o chiste! ¡Donde está el Shiro! -dijo José  colérico y sus compañeros pedían lo mismo.
¡Maldición…, nos embaucaron  como a niños! -dijeron todos a unísono.
Uno de los conscriptos, que prestaba vigilancia junto al calabozo, muy tranquilo y orondo contestó sin inmutarse a las serie de interrogaciones: ¡Señores aquí presentes, este es el Shiro!  ¡Les pido de favor guarden la compostura debida, porque lo pueden despertar y es peligroso! -concluyó diciendo el conscripto, esbozando una picaresca sonrisa.
En estos instantes los ingenuos operarios de sastrería y esa multitud de gente que acudieron para conocer al hombre-simio de los bosques, descubrieron esta gran farsa.  La mentada criatura horrible y descomunal, arrastrada por la fuerte correntada del río, era  simplemente  un joven conscripto, muy popular,  apodado “El Shiro”, por  su aspecto feo y grandulón.  Como  el día sábado por la mañana, había salido con permiso  o “franco” del cuartel Cabo Minacho. Unos amigos que vivían en los derredores, en una casita aledaña al río,  lo invitaron a tomar licor. Entre copa y copa y al calor de los sentimentales pasillos de Cueva Celi, se embriagó por completo, ya en la madrugada del siguiente día despertó aturdido  y con el afán de llegar de prisa al cuartel militar, se extravió de camino y como aún estaba  ebrio, trastabillo y cayó dando volteretas, terminando  de bruces en la ribera  del río, y ahí se quedó inmóvil, dormido con la cara cubierta de fango  y  las  extremidades hundidas en el lodo.  Vecinos del sector que conocían al mencionado “conscripto” al encontrarlo derrumbado en la playa, totalmente enlodado e irreconocible,  inventaron esta farsa, arreglándola a las circunstancias. Un distinguido profesor de música, muy ocurrente apodado el “Caramanchel”, fue quien se dio el  trabajo de acomodarla a su gusto  y difundir esta patraña  por toda la ciudad.  Para entonces ésta  mentira “piadosa” se había convirtido en una noticia de primera plana y las muchas personas ingenuas que resultaron engañadas,  al igual que el sastre y sus ayudantes, le  fueron  añadiendo hábilmente, comentarios  inverosímiles, para estafar a otros  pobres incautos y así de esa manera  no ser  ellos, los únicos  burlados.
Ya nuevamente de vuelta en el taller de sastrería,  maestro  jefe y operarios, reían jocosamente comentando las consecuencias que los condujo en creer en los chismes de la gente. Uno de los artesanos hizo una interrogante: - ¿Por qué jefecito nos embaucó a todos?
 El hábil  sastre le respondió, de inmediato:
¡Acaso creían Uds. que yo iba a ser el único pendejo que quedaría  burlado! ¡De ninguna manera!  -concluyó enfático.
Todos volvieron a reír de su  ingenuidad, recordando  aquella  broma   de mal gusto.
Esta broma graciosa ocurrió hace muchos años atrás y ya ha sido olvidada por  nuestros abuelos, pero es muy gratificante  recordar ese pasado, que enriquece nuestras tradiciones.
         
“La curiosidad mató al gato”

“El sentido del humor consiste en saber reírse de las propias desgracias”

FIN