lunes, 20 de febrero de 2012

La Fiestera de Carcaguabal

        
Con el canto insistente del gallo, Tomaza despertó. La luz del naciente día, filtrada por las hendijas de las paredes de caña, le permitieron advertir que  eran  las seis aproximadamente. Con un profundo bostezo se incorpora, rápidamente, limpia con la mano izquierda las lagañas de sus grandes ojos, se estira antes de hacer algunas insinuaciones al oído sordo de su esposo. Decepcionada por la indiferencia del hombre, por quien se obligó a cambiar una vida desordenada, para ser una madre hogareña, modelo de esposa, entre dientes masculla algunas maldiciones y se apresta al arreglo de la casa, para la celebración del día de su onomástico. De un sacudón despertó al dormilón inerte, al tiempo que profirió la más grave ofensa:
  _ ¡Levántate inservible…..Ojala puedas pelar la chiva, para preparar el seco a los invitados!
Es día de fiesta en la casa de Tomaza Honores, la mujer mas dinámica de la comarca de Carcaguabal, el arreglo de la casa y los preparativos de la misma iban como  “viento en popa.”
A eso de las nueve de la noche, todo estaba listo, para  festejar  a la “Santa”. El  olor a seco de chivo trascendía en el aire fresco de la noche, la música de una “vitrola” levanta el ánimo de la gente, una mezcla de aguardiente con guarapo, deleita el paladar de los invitados, nada parecía faltar. Amigos y vecinos con saludos emocionados y sonrisas a flor de labios felicitaban a la santa.
Tomaza, elegantemente ataviada, correspondía sonriendo las atenciones de los invitados que llegaron desde todos los puntos cardinales  de la gran comarca de Carcaguabal. Pero algo  estaba  faltando, por que entre  sus  amigas y compañeras de andazas juveniles, no estaba  Lucrecia, mujer muy popular, infaltable en fiestas y parrandas,
De pronto, en medio de la algarabía reinante de la muchedumbre campirana, advirtieron entre los destellos de una lámpara “petromax”, la silueta de una criatura deslumbrante, que al acercarse dio forma a una mujer hermosa, muy elegante, que traía  su delicada  espalda cubierta con un gran pañuelo negro:

_! Ahí viene Lucrecia….Si, Si… ¡Es ella… ¡Ahora comienza la fiesta! 

Exclamaron los invitados, con una explosión de júbilo, que corrió en la muchedumbre como un reguero de pólvora.
La fama inigualable de Lucrecia traspaso los limites de la Comarca de Carcaguabal.  Pues desde el vecino país, y de recintos muy alejados, llegaban emisarios con esquelas, solicitando su participación en las fiestas más ruidosas de la Región.  Nadie como ella para mover las caderas, cuando bailaba era una verdadera atracción. Animaba las fiestas hasta no poder, era tal su energía, inagotable.
Hasta el ser más indiferente dejaba escapar un suspiro silencioso al verla, mientras las miradas libidinosas la acechaban por doquiera se condujera.
Quien estaba pendiente hasta el mínimo detalle de la atractiva mujer era Galfri, profesor de un escuelita  cercana, hombre entrado en años, de aspecto sombrío, con buena fama de chismoso y metiche en la vida del prójimo. Se jactaba de ser el mejor amigo de sus padres, y de conocerla desde el día de su nacimiento y sostenía que a más de guapa y alegre era la mujer más bondadosa que existía a lo largo y ancho del cordón fronterizo, fue quien contribuyó a popularizar sus virtudes. En esta ocasión, notó algo inusual, en ella, al verla tan alborotada en esta fiesta.
_ ¡Nunca la he visto tan alegre….¿Será acaso la última de sus farras? Se dijo entre sí, como que presentía alguna desgracia.
Así era Lucrecia Garcés, una mujer irresistible. Su belleza aunque deslustrada por el paso de los años, expresaba un espíritu con aires de fiesta, muy alegre y amiga de grandes y chicos.  Se decía de ella que jamás escatimaba esfuerzo alguno para asistir a la invitación de una fiesta y que convertía en fiestón  la mínima expresión de alegría de los vecinos. Muchos la escucharon  decir: ¡Que a una fiesta, vendría,  si fuera posible desde el mismo infierno! El baile era su vida, su vicio, como el drogadicto no puede vivir sin la droga. Con su espíritu indomable desafiaba  grandes distancias y peligrosos caminos solitarios, para llegar a sus citas.
De vida tan desordenada a pesar de ser mujer casada, con cuatro niños que atender, el último de ellos, de apenas dos meses , que requería tanto su atención, a quienes siempre dejó al cuidado de su esposo. Jamás  cumplía sus obligaciones  de esposa y madre, en cierta oportunidad  la oyeron decir con jactancia: “Que ella no había nacido para esos menesteres”.
Anselmo, su esposo, era un hombre extremadamente bueno, corto de ánimo, no alzaba la voz, por temor a causarle algún desaire a su querida mujer. Nunca reprochaba sus constantes salidas de casa en las noches, ni las veces que llegaba ebria  al siguiente día. El pobre hombre se pasaba, noches  enteras junto a sus hijos esperando su retorno, y así, con tristeza, veía  transcurrir el tiempo, sin que haya una esperanza de cambio a su  conducta..
El calendario romano señalaba, al día 28 de Diciembre, como el día de Santo Tomas. La celebración de esta festividad tendría, lugar en la casa de Tomacita  Honores, hasta donde se llegaba por un camino escabroso, rodeado de añejos algarrobos, poco utilizado en las noches, debido a la oscuridad reinante y a la presencia de fantasmas y seres malignos. Los  invitados en su mayoría tomaron la precaución de aprovechar la luz del día, para cruzar el puente del “duende”, lugar tétrico y tenebroso, donde con la oscuridad solían concentrarse seres demoníacos de toda índole, entre ellos “Dionisio” el temible duende bailarín, que gustaba tanto del baile, como de las  mujeres bailadoras.
 Ese día 28 de Diciembre, Lucrecia se vistió con el mejor traje, tomó su  ancho pañuelo negro bordado, y se cubrió su dorso. Y antes de partir, dijo a Anselmo que iría de visita a casa de su  amiga Tomacita.
          _ ¡Si no vuelvo pronto, te ruego no preocuparte……Presiento que hoy será un día inolvidable! _  Concluyó casi impelida de emoción por el reencuentro con un amor prohibido..
Caminó desde el medio día, hasta  la caída de de la tarde, sin embargo, llegó a la fiesta descansada, llena de animo predispuesta a festejar a la santa y pasar de maravilla, como solía decir. Al pasar por el viejo puente de madera, con cubierta de teja herrumbrosa, que le daba un aspecto tenebroso. La bella  Lucrecia, aceleró el paso, sintió  cierto temor, se tocó el pecho con su mano derecha, como si tratara de apaciguar a su acelerado corazón. Para entonces la oscuridad ya había vencido a la luz en su lucha ancestral, serian las nueve de la noche. A esa hora la homenajeada salio a su reencuentro a recibirla, y tras ella los montubios de Carcaguabal, abrazaron y avivaron a la recién llegada.
Se encendieron más farolas  y la fiesta empezó. Una vieja  “vitrola” dejaba escapar ritmos alegres populares que incitaban a bailar. Mientras se repartía  aguardiente con guarapo que levantó el ánimo de los invitados. Ya en la madrugada se sirvió el tradicional “seco de chivo”. Los invitados dispuestos en rusticas sillas y largas bancas, exponían en voz alta sus emociones reprimidas, en esos momentos de tanta euforia Lucrecia Garcés con voz firme y segura gritó:
            _ ¡Que viva la santa!..... ! Que viva ¡¡Gritemos todos con gusto,…! ¡Que se reparta más licor y disfrutemos de esta noche de parranda!
Los invitados bebieron y comieron tan solo con las limitaciones de su propia voluntad. Los borrachos tambaleantes alzaban las últimas copas, algunos yacían dormidos sobre mesas y bancas de largo en largo. Solo Lucrecia se mantenía aún en pie, animando la fiesta y avivando a la santita. Entonces se dio cuenta que debía retornar a su hogar. Considerando el peligro de cruzar el puente a esas alturas de la madrugada, Tomaza trató de persuadirla a que no fuera:
                _ ¡No vayas por favor amiga!…..La noche esta muy oscura. No seas imprudente. No hay quien pueda acompañarte… Dicen que en el puente viejo de madera, acecha el duende, esperando a sus victimas
Sin hacer caso a las sugerencias de su amiga entrañable, abandonó el lugar. Caminaba presurosa, un poco tambaleante, por un sendero poco visible, ya que la noche era tan negra que no admitía la visibilidad,  iba acompañada con el ruido estridente y monótono de los grillos desvelados. Caminó varios quilómetros, tropezando y mascullando maldiciones, entonces se acercó  al vetusto puente, al que solo se atrevió a cruzar, envalentonada por los tragos que traía en su cabeza.
El eco de sus tacones se oía a los lejos en el silencio de la noche. De pronto algo vio brillar a poca distancia, eran dos pequeñas luces que venían a su encuentro, sintió miedo, pero el maullido de un gato que emergió del silencio insondable de la noche, la hizo reaccionar.
   __ ¡Pobre gatito! … ¡Te han abandonado! __  dijo __ Lucrecia y en el acto se inclinó para tomar al felino en sus brazos, y luego lo cargó  a sus espaldas y lo  cubrió con el gran pañuelo negro que portaba, tras acariciarlo con ternura maternal. Caminó un largo trecho, disipando sus temores, con el encuentro casual del pequeño animal, sin imaginar lo que sucedería minutos después. La preciosa carga, llevada sobre su delicada espalda, empezó a pesar  cada vez mas, a  medida que aumentaba de tamaño,  entonces la mujer empezó a jadear. De pronto  escuchó una voz infantil que decía:
 __ ¡Mamita ya tengo dientes!..... ¡Mamita ya tengo cachos!... y me están creciendo espuelas
  Luego la mujer escuchó un ruido, tal como si se arrastrara una gran rama por el suelo, y nuevamente escucho la voz infantil que dijo: ¡mamita ya tengo cola!
La fiestera de carcaguabal, sintió que el corazón se le salía del  pecho, las piernas le temblaban y un sudor frió bañaba todo su cuerpo, estaba aterrorizada, enmudecida, con gran dificultad logró balbucear unas palabras:
-          ¡Dios mió ampárame! …! Protégeme del demonio ¡

Al decir estas frases, logró de un sacudón, librarse de la macabra carga. Corría y corría desesperada, perseguida por  el mismísimo demonio. En medio del horror y la desesperación advirtió una gran cruz al costado del camino a la que se aferró con fuerza sobrenatural. El rey de las tinieblas no pudo arrancarla de esa cruz, pese al afán imperioso de llevarla  a su reino infernal, para que allí purgue todos sus pecados.
 Para entonces empezó a clarear el día, y el demonio aún luchaba por arrancarla de la cruz. Al sentirse vencido reventó en maldiciones, lanzó una horrible carcajada y con voz ronca le dijo, mientras desaparecía lentamente dejando en el ambiente un asfixiante olor a Azufre.
 __ ¡Maldita seas mujer ¡  … ¡Tu alma me pertenece y volveré por ti!
 El día aclaró. Los caminantes mañaneros sorprendidos vieron a la rara mujer aferrada a la cruz, sollozando sin consuelo. El sol calentaba la faz de la tierra, Lucrecia aún asustada y aterrorizada, no lograba comprender, como había logrado escapar de las garras del demonio. Se incorporó lentamente y hecho a caminar con ansias de volver pronto al hogar. Por primera vez sintió la necesidad de abrazar a sus hijos y a su esposo.
En la puerta del rancho la esperaban ansiosos, Anselmo y sus cuatro pequeños hijos. De pronto los niños corrieron a su encuentro y fue la primera vez que ella los tomó en sus brazos y expresó, con lágrimas en los ojos el cariño que les profesaba, abrazó también a su esposo y desde el fondo de su alma, pidió perdón por su mal comportamiento. A partir de aquel fatídico día, Lucrecia Garcés se convirtió en la esposa fiel y madre cariñosa, que jamás se vería en la Comarca de Carcaguabal.
Con un suspiro profundo dijo en cierta oportunidad: “Benditas sean las cruces que hay en los caminos, a la memoria de un ser querido fallecido”


                                                     FIN


                                                                              Dr. Fabricio Ochoa T.
                                                                                   AUTOR
                                                         
                                                                             Pseudónimo: SIBILINO

2 comentarios:

  1. muy bonita obra... me ha gustado mucho... éxitos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias amiga, muy pronto subiré nuevos relatos espero te gusten.

      Eliminar